Literatura

LA DEHESA


LA DEHESA DE SANTA ANA Y EL INVIERNO
La soledad del invierno, el canto matinal de la lechuza asomando su perfil en los huecos de la piedra, la bruma incesante ocultando el rostro de las calles, la melancólica luz de las farolas que, desde su estilo antiguo, lloran de humedad bajo el crepúsculo.
Una mañana más en esta quietud de pueblo casi desierto. Ladran los perros a la lejanía al acompasado ruido silencio. Sigo caminando y ya a lo lejos diviso el perfil del pueblo, mi destino es la dehesa que apenas levanta su espíritu mañanero. Natural, mágica cubierta de esa niebla que sabe cómo abrazar las encinas, el mugido de los rumiantes, el canto de las urracas a lo lejos, el día que se me hace el más lento del mundo, las huellas que quiebran la hierba, todo el conjunto de la armonía. Más tarde el río Gibranzos, con su rugido de agua despeinándose en la lozanía de las orillas, el barro en las lenguas del puente, la bruma y el ruido del agua que juega con el granito como un sonajero de lodo y labranza.
Así la soledad que combate con el leve sonido de la naturaleza.
Este paseo mañanero por la dehesa, este pasado.

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