“Ya estamos en los tiempos del odio”
(Madrid, 1951) Rosa Montero acaba de sacar a la luz la tercera entrega de su heroína favorita, Bruna Husky, que anoche presentó en Compostela, en un acto organizado por el Ateneo de la ciudad. En un ambiente futurista, en el Madrid del año 2110, ‘Los tiempos del odio’ (Seix Barral) narra a lo largo de exactamente cuatrocientas páginas la búsqueda desesperada de Lizard, un policía desaparecido sin dejar rastro. Pronto llegarán noticias del peligro inminente que se cierne sobre los habitantes de un planeta que sufre convulsiones de poder, luchas tecnológicas, desabastecimiento de agua y lugares cercados por una polución asfixiante. La desigualdad no deja de aumentar, pero el dinero sigue siendo un arma poderosa, como la propaganda. Rosa Montero logra aquí una distopía ‘noir’ que hará las delicias de los amantes del género, pero que también avisa sobre las grandes amenazas del presente, como el reto que tienen por delante las democracias ante el aumento de la intolerancia y la intimidación.
Texto: J. Miguel Giráldez
Rosa Montero, en esta tarde oscura en Compostela, que ya anuncia el invierno inminente, llega con una novela que tiene mucho de aviso y de metáfora. Pero no por eso deja de ser un viaje fascinante al futuro, un viaje cargado de detalles asombrosos, de construcciones tan creíbles como extraordinarias, de personajes de todo pelaje y condición, desde el género humano al alienígena, pasando por la robótica en todas sus formas, los replicantes en sus diversos estilos, y demás criaturas que pueblan un futuro no tan lejano. Así, se advierten miedos que ya hoy se atisban: el agua que escasea y con la que se negocia con crudeza, el cambio climático que ha distorsionado la vida de la gente, la polución, que marca las fronteras del planeta, y que los pobres sufren mucho más que los ricos. Es un paisaje que Rosa Montero encuentra “absolutamente realista”, donde prima la coherencia y el respeto a la ciencia, una de las grandes pasiones de la escritora. La novela es, en fin, un artefacto bello, con estéticas futuristas o decadentes, según los casos, con un despliegue asombroso de elementos tecnológicos, como no podría ser de otra manera, pero, al tiempo, muestra la cara más peligrosa del poder y de la propia tecnología, el avance del autoritarismo y el dogma, y, sobre todo, la necesidad del amor para sobrevivir.
Bruna Husky siempre vuelve en la vida de Rosa Montero. Y ahora lo hace con más fuerza, si cabe. Quizás no muchos saben que Bruna fue el nombre de una de tus perras, que a su vez tomó el nombre de la primera perra de Julio Llamazares… Y luego adoptaste ese nombre en las redes sociales. Y tanto te gustó, que llamaste así a tu replicante.
Efectivamente. Todo eso es así. No es que yo sea igual a Bruna Husky, pero tenemos elementos en común. Lo que pasa es que ha ido madurando conmigo, y eso lo he notado mucho escribiendo esta tercera novela [de la serie]. Hay aquí un montón de hilos que ya estaban antes, aunque, como sabes, las novelas de Bruna Husky pueden leerse independientemente. Creo que en esta novela el mundo Bruna tiene ya una naturalidad que me ha atrapado a mí misma. Va ya con una especie de furiosa armonía, a toda velocidad, hasta llegar a un final sorprendente, que yo quería que tuviera el aire de una sinfonía. Me he sentido muy emocionada escribiéndola.
Hay mucha acción y mucha intriga, pero también pesa mucho el lado íntimo de los personajes.
Desde luego. Es lo que quería hacer. Es una novela con mucha acción, sí, es una novela política, pero está lo individual frente a lo colectivo. Lo íntimo es muy importante aquí, en efecto, y creo que esta mezcla funciona bien.
Te has acostumbrado a un personaje que ha vivido contigo. Y eso que ella sabe la fecha exacta en la que debe morir, y va contando el tiempo que le queda. Es una replicante programada para morir. ¿La sientes muy tuya?
Bueno, como te dije, no en todo. La similitud esencial es la existencial. Me parezco a ella en la obsesión por la muerte. Los humanos no piensan en eso, se olvidan, salvo un par de neuróticos como Woody Allen y como yo. Yo de niña tenía crisis de angustia. Por eso hice Psicología. Pero esto tiene un lado bueno, y es que te da un sentimiento muy grande de estar vivo. Como dice Bruna, hay que ver cómo desperdiciamos los humanos el tiempo. Yo no me ha aburrido en mi vida, de verdad. Me encantaba estar viva. Y Bruna Husky vive eso, pero muy amplificado porque sabe el tiempo que le queda. Sin embargo, no me siento nada cercana a ella en la gestión de las emociones. Es muy cobarde emocionalmente. Tampoco era capaz de aventurarse al amor… hasta esta novela. También es cierto que el amor nos hace vulnerables, nos pone en riesgo. Pero sin amor, estás muerto en vida. Sin amor, no merece la pena vivir.
‘Los tiempos del odio’ parece una novela difícil de escribir. Muchos personajes, escenarios, idas y venidas… ¿Cómo se escribe algo así?
El año que viene se cumplirán cuarenta años de mi primera novela. Con esto quiero decir que una va aprendiendo… La novela es un género de madurez. Siempre desarrollo el argumento con muchas notas, en cuadernos. También en la cabeza. Soy muy arquitectónica. La estructura me importa mucho. Así que hago mapas, diagramas. Hago diversas combinaciones de capítulos, eso también. Y todo esto antes de escribir ningún capítulo, aunque siempre tienes en mente esas perlas de luz, así las llamo, que sabes dónde van a ir, más o menos, y que son fundamentales. Una novela es un bicho vivo hasta el final.
Entre esas perlas de luz, está la inicial. Esa en la que Ángela se arranca un tatuaje (es decir, se arranca una tira de piel) y lo envía a alguien por un robot mensajero. Es un comienzo potente, en mi opinión.
Sí, es una de esas escenas. Pero no creas, esta escena no estaba al principio, aunque sí tenía la idea, desde luego. Decidí ponerla al comienzo, después.
Las distopías viven ahora un notable auge literario, no sólo las que se escriben en el presente, sino algunas clásicas. Así son estos tiempos orwellianos.
Es una etiqueta en alza, es verdad. A menudo se interpretan como avisos catastrofistas de lo que nos puede suceder si no cambiamos… Yo creo que mi libro es realista. Aquí dibujo un mundo posible y hasta probable. Ya estamos en un período transhumano. Ya vivimos en los tiempos del odio. Incluso te diré que el mundo de Bruna tiene cosas mejores que los tiempos actuales: ya no hay sexismo, los animales están mejor tratados, hay más conciencia de la continuidad orgánica… Pero eso sí, ha empeorado mucho el asunto del cambio climático y la contaminación. Estoy preocupadísima, esa es la verdad. Estamos en un momento de involución. En riesgo de perder logros democráticos conseguidos con gran dificultad. Corren tiempos ultras por el mundo. Hay un descrédito de la democracia, ganado a pulso… sí. Vemos la hipocresía y la mentira. Hace diez años, cuando empecé con Bruna, ya veía esto. Pero no ha dejado de empeorar. Creen que la falsa pureza del dogma les va a salvar. Esa es la gran manipulación. Así que creo que hay que refundar la democracia. No se puede tragar con todo lo que se traga, con esa desfachatez que tienen a veces las democracias modernas.
La tecnología parece la solución. Pero gran parte del dogma y la intimidación llega por vía tecnológica.
Sí, claro. Es una especie de chantaje lo que hay. De linchamiento. Se está alterando la opinión pública, se manipula la realidad sin cesar. También creo que ahora tenemos más posibilidades de contrastar, pero no lo hacemos. Me parece que queremos ser engañados. Sólo queremos que nos reafirmen en nuestras ideas. Y si oyes tres veces una cosa, te la creerás.