Almudena Grandes (Madrid, 1960) acaba de ganar el Premio Nacional de Narrativa 2018 con ‘Los pacientes del doctor García’ (Tusquets). Mantuve una larga conversación con la escritora, en la que explica las técnicas de elaboración de esta novela, que continúa su serie galdosiana sobre la guerra y la posguerra españolas, su investigación sobre la red dirigida desde una casa de Argüelles por Clara Stauffer, próxima al nazismo, que ayudaba a viajar a Argentina a prófugos del Tercer Reich. Con aire de ‘thriller’, la novela presenta la figura del médico Guillermo García Medina, que vive en Madrid con una identidad falsa, y también la del exiliado republicano Manuel Arroyo, un diplomático al que salvó la vida en el 37 (cuyo apellido Almudena escoge como un homenaje al pintor Arroyo, recientemente fallecido, con quien visitó la institución Sierra Pambley en León, y el estudio del artista en Laciana). He aquí un viaje al lado oscuro y secreto de nuestra posguerra, condimentado con suspense y no pocas sorpresas, siempre en el contexto de la intrahistoria española de aquel tiempo, tan presente en la literatura de Almudena Grandes.
Texto y foto: J. Miguel Giráldez
Tu serie, Episodios de una guerra interminable, tiene ese aire galdosiano desde la propia concepción de la idea. Todo escritor es testigo de una época, aunque tú, desde luego, eres muy diferente de Galdós…
Hombre, claro. Somos dos escritores de épocas muy diferentes. Estas novelas están escritas siguiendo el modelo de los ‘Episodios Nacionales’ de Galdós. Cuando supe que tenía material suficiente para escribir seis novelas que me iban a permitir recorrer veinticinco años de la dictadura me di cuenta de que había un modelo transitable. Verdaderamente, el modelo que Galdós inventó hace un siglo y medio sigue funcionando. Yo admiro mucho a Max Aub, que en ‘El laberinto mágico’ ya utilizó un concepto algo parecido.
Ahora que lo dices, Almudena. Habría que volver a reivindicar a Max Aub.
No tiene la consideración que merece en este país. Probablemente por el exilio. Ya sabes que el que se mueve no sale en la foto, lo que pasa es que a él no le quedaba otra cosa que moverse. Siempre he pensado que los españoles no nos damos cuenta de la suerte que tenemos, de lo extraordinario que es que podamos hablar de Luis Cernuda como un poeta español, de Luis Buñuel como un cineasta español, de Max Aub como un novelista español… La tónica en el siglo XX fue que, exilios incluso mucho más cortos, terminaran con la naturalización radical de los exiliados. Y, sin embargo, en el caso de nuestros republicanos, se mantuvo esa voluntad de permanecer como españoles. Los que pudieron volvieron, y los que no pudieron, murieron en el exilio sin renunciar a su origen. Por eso Max Aub es un personaje tan tentador para mí.
Galdós es uno de tus modelos, como decimos, y su obra monumental. Pero tu historia bebe mucho de la intrahistoria. De las vidas pequeñas, donde se producen a veces los acontecimientos más significativos que sacuden el tejido de un país.
Es la historia desde abajo. Y eso también lo inventó Galdós. Tengo la convicción de que las vidas privadas de la gente corriente son un material muy significativo, más significativo que los grandes hechos que aparecen en los libros de historia. Por eso lo que sucede en estos libros míos, en esta serie, proviene de las vidas pequeñas, que reflejan a muchos miles de españoles anónimos. Esta, ‘Los pacientes del doctor García’, es un poco especial, tiene mucho de novela de espías, etc., pero no deja de ser una novela sobre la vida cotidiana de la posguerra de España, y sobre todo sobre cuál fue el precio de la supervivencia.
Tú estudiaste historia, quizás no muy convencida, pero sé que muchos de tus personajes están trazados a través de testimonios y cosas y anécdotas que te ha contado, precisamente, gente anónima.
Es verdad eso que apuntas. A veces hay pequeñas cosas que me han contado, diseminadas en personajes no muy relevantes, pero que ayudan a apuntalar la historia. En este caso ha sido difícil documentar la red Stauffer, porque era hermética, completamente clandestina. El Partido Comunista era clandestino en España, pero en Francia tenía unos archivos estupendos. Ahora está en Madrid y se pueden consultar.
Sólo encontraste una entrevista sobre la Red Stauffer en el ‘Daily Express’.
Sólo eso. Y algunas aportaciones individuales. Esta novela no la habría podido escribir sin la aportación argentina. Clara Stauffer nunca declaró su participación, el gobierno español tampoco, los aliados menos… Pero en la primera presidencia de Perón en Argentina hubo un organismo oficial de acogida de nazis que sí generó archivos y documentos que se han podido consultar. Hay un periodista argentino, Uki Goñi, que escribió dos libros fundamentales sobre esto, ‘La auténtica Odessa’ y ‘Perón y los alemanes’. Me ayudaron mucho. Él constata que los nazis que empiezan a entrar en Argentina en el 47 lo hacen con pasaporte español y con nombre falso. Todos estos detalles fueron importantes para construir el puzle de ‘Los pacientes del doctor García’, completados quizás con una entrevista que le hicieron a Clara en el 48, un periodista inglés que entró en su casa engañándola, diciéndole que era un periodista alemán…, y gracias también a algunas pistas que quedan de españoles que estaban metidos en esta red… He tenido suerte en pequeñas cosas que me pasan… Un profesor de la politécnica de Madrid le mandó a mi marido información sobre partidas de nacimiento que se recogían en parroquias para llevárselas a la Stauffer… Y luego, como pieza importante, está el revelador álbum de fotos de Clara Stauffer, [un álbum sobre un viaje de Madrid a Lisboa y Buenos Aires] que descubrí cuando ya se había vendido.
En ese álbum se ve que Clara era tremendamente precisa, lo anotaba todo con su lápiz blanco, vamos, muy alemana (risas). Está claro que, aunque aliada con el mal, era fascinante. Ideal como personaje. Tú también eres muy precisa con la documentación. Tus cuadernos, tus diagramas…
Yo no podría escribir novelas como estas si no trabajara de ese modo. Aunque me veas así (risas), soy muy disciplinada. Escribir una novela empieza por tomar decisiones. Las tomo a mano, en un cuaderno. Me cuento el argumento con detalle, y mientras escribo una aproximación, lo voy pensando. Todo eso tengo que tenerlo claro. Luego trabajo los personajes por separado y procuro saber de ellos todo lo que puedo. Los reales y los de ficción. Este proceso podría durar un año. Después hago desarrollos sectoriales del argumento… Esto me lleva al momento clave que es la estructura. El aspecto expresivo más importante de una novela. Porque la arquitectura en la novela es tan importante como en una casa. La estructura es la válvula que regula la relación entre el lector y la obra literaria. Necesito hacer varios intentos, no creas. Tengo que saber lo que va en cada capítulo.
Tú escribes novelas en la historia, pero no novelas históricas.
Bueno, me lo dice la gente. Las novelas históricas están más interesadas en contar los grandes acontecimientos, en hablar de grandes personajes. Tuve la suerte de conocer a Francisco Ayala, que fue reclutado como agente por Negrín, y esta novela le debe mucho a él. Paco era estupendo, muy humilde, me aguantaba mucho. Le preguntaba cosas, por ejemplo, cuando estaba escribiendo el guión de ‘Inés’: “¿en los años treinta se daban cortes de manga?”. Y me miraba con estupefacción… jaja. Yo suelo tener presente que los personajes ligan, aman, dicen tacos, dan cortes de manga… Yo trato a los personajes como si fueran parte de una ficción contemporánea.
Siempre dices que no crees en la neutralidad del escritor.
Claro que no creo. La objetividad es una quimera. Todos filtramos todo a través de nuestra ideología. No hablo de vidas personales, porque gente buena y mala las hay en todas partes. Yo no puedo ser neutral con la abolición de la democracia y de las libertades. Aunque verás, con tanta corrección política, últimamente me siento como una escritora antisistema.