Verano con Steve Tesich

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Portada de 'Karoo' (Seix Barral)

Empiezo el verano en Madrid. En realidad, ya he vuelto. Han sido algunos días, con ese calor sólido y seco de Madrid que nos sorprende tanto a los norteños, pero que nos reconforta tras tantas humedades. A la caída de la tarde llegaron las tormentas, creciendo más allá de la Casa de Campo. Sobre el asfalto se estiraba una atmósfera de soledades estivales y el suave arrullo de los muchos árboles de Madrid. No es agosto y todavía no se han ido todos. Hay actividad. Mucha: política, por ejemplo. En fin, no entremos en detalles. Me he llevado a Steve Tesich para pasar el duermevela. Es una novela rara y póstuma. Inmediatamente pensé en lo que piensa todo el mundo (bueno, ‘Le Figaro’ lo dijo, copiando mi pensamiento): en Kennedy Toole. La historia de Steve Tesich es, en cierto modo, semejante. Serbio, emigrante a los Estados Unidos, que murió de un ataque al corazón con cincuenta y tres años. En fin. ¿No era lo de Larsson parecido? ¿Se muere uno del corazón si hace buena literatura? ¡Prefiero no probar! Muerto Tesich apareció su gran novela, la póstuma. Pasa, está pasando. Hay más ejemplos. La gente encuentra novelas en el cajón y demonios en el jardín. Leo en la solapa del libro (no lo sabía, esto no) que Doctorow y Arthur Miller elogiaron el texto de ‘Karoo’, que es como se llama la novela. No tuvieron suerte con sus elogios. Ya se sabe qué ocurre con el aprecio intelectual: destroza cualquier cosa. Olvidada, como le ocurrió, sí, a ‘La conjura de los necios’ (necios nunca faltan), ‘Karoo’ empieza hoy a recoger algunos reconocimientos. Acaba de publicarla Seix Barral, en su Biblioteca Formentor, traducida por Javier Calvo. Viene de una tímida edición francesa (los franceses suelen aventurarse con cosas librescas), la de Louverture, y ahora, ya más conocida, va a salir en todas partes. Bueno, pues con eso estoy. Son más de 550 páginas, así que no podré decirles mucho más hasta pasados unos días. Hasta bien avanzado el verano. Sin embargo, coincido con la crítica: ¡sin que sirva de precedente! El libro es extraordinario, cargado de humor. Y hacer humor del bueno es muy difícil. O mejor dicho: el humor ya existe. Está ahí. La cosa es descubrirlo. No conozco nada más incompatible con el éxito que la falta de sentido del humor. Por otro lado, es estupendo para la salud. la de uno y la de los demás. Hay que hacer todo lo posible por evitar la seriedad: la seriedad coercitiva, torpe, inane, inactiva, improductiva y represora. La triste seriedad. Por eso les recomiendo que lean a Seve Tesich. Háganlo. En ‘The Independent’, uno de mis periódicos ingleses favoritos, salió esta frase que ahora repite la publicidad: “Estés leyendo lo que estés leyendo, déjalo. Seguro que no es tan bueno”. Les aseguro que no es propaganda. Es bastante cierto. No deje usted lo que está leyendo si es ‘El Quijote’, sin embargo. También es una obra de humor. Pero no son muchas las que puede hacer sombra a ‘Karoo’. Si no ha oído hablar de ella es porque nadie hablaba de ella. Simplemente. Ni siquiera se conocía muy bien su existencia. Karoo va de guionistas. Aunque va de todos nosotros. Es cáustica, y eso me gusta mucho. En realidad es una de las cosas que más me gustan. El tipo tiene tantos defectos, resulta tan mentiroso y tan obsesivo, que pronto llegas a la conclusión de que se trata de un ejemplar de ser humano de primera magnitud. De todas formas, lo mejor de Tesich es la forma de contar las cosas. Su lenguaje, que en la traducción resiste magníficamente. Si Don Quijote y Sancho somos nosotros, a ratos, Saul Karoo, también. Conviene que nos reconozcamos, porque hay mucha grandeza en la debilidad humana y mucho patetismo en la arrogancia y en la superioridad (también humanas, sí). No todo el mundo tiene la suerte de poseer suficientes defectos como para ser reconocido por ellos. Karoo, los tiene y los explota. Refrésquense este verano con ‘Karoo’. ¡Necesitamos tanto cosas así! Es para refrescarse la neurona, no el cuerpo serrano.

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