Me encuentro con Rafael Chirbes en el hotel Zenit de A Coruña (uno de mis favoritos). No conocía a Chirbes. Pero siempre he sentido una gran admiración por su obra, y, sobre todo, una curiosidad sin límites por su forma de ver el mundo, y, sobre todo, por su forma de contarlo. Chirbes escribe muy pegado a la realidad. Tanto que casi hace daño. Podríamos decir que es un realista a ultranza, sin concesiones. Cuando Javier Pintor me llamó para anunciarme que Chirbes llegaba a A Coruña, y para preguntarme si me interesaba encontrarme con él, me consideré un privilegiado de inmediato. (Javier organiza unos encuentros con los lectores en la UNED coruñesa que merecen mucho la pena; y no sólo eso: él es extraordinariamente generoso). No defraudó Chirbes, claro. Es un hombre serio, cercano, diría que tierno. Se dice que no es muy habitual en el los medios de comunicación, pero creo que se debe más bien a su tendencia a permanecer en segundo plano. No es Chirbes de esos que anhelan estar permanentemente en el candelero. O en el candelabro. Pero hablar con él es como navegar un largo río tranquilo. Hablamos mucho, claro, de ‘En la orilla’, la novela que acaba de publicar en Anagrama. Podéis escuchar la entrevista en toda su extensión (el sonido es mejorable, lo sé) en el podcast que aparece en la portada de este periódico. Ahí estará un par de semanas. Hablamos, en efecto, de ‘En la orilla’, que, literalmente, se refiere a la orilla de un pantano. Pero metafóricamente es la orilla de la destrucción, del desánimo, de la caída. Muchos dicen que se trata de la continuación de ‘Crematorio’, o algo así. El propio Chirbes no tiene inconveniente en afirmarlo, más o menos. ‘Crematorio’, que hablaba de la corrupción urbanística en estado puro, me pareció impresionante. La versión televisiva con José Sancho, inconmensurable, la llevó hasta una audiencia aún mayor: Chirbes no tuvo nada que ver en eso, pero se congratula. Ángel Basanta tiene a Chirbes entre los mejores escritores de los últimos años. O de la segunda parte del siglo XX. Yo también creo que estamos hablando de alguien fundamental para nuestras letras. No se lo digo a Rafael, claro, no le voy a decir esas cosas. Pero está entusiasmado con esta visión descarnada del gran desastre económico. La visión de este pantano pútrido, infernal. Dice Chirbes muchas cosas, no se corta, habla con gran lucidez y sencillez de las cosas terribles que nos suceden. La novela sirve de homenaje a los que han perdido. A los que han salido derrotados del envite, a los que han sido devorados por los tiburones. Chirbes es el cronista de este realismo sucio, de esta feroz carnicería. Hablamos de Dos Passos, de Manhattan… Hablamos de cosas que le gustan. Vive solo, baja a hacer la compra. Allá, en Alicante. Le pregunto sobre su vida, incluso sobre su escritura, que ya es más pausada, a su aire. Se ríe, levemente. Me dice que hay mucha mitología. Todo es mitología. Pero la novela es excelente y deberían leerla. Leer a Chirbes, tener a Chirbes, es un emocionante privilegio.
Con Chirbes
23 mayo, 2013 | Sin comentarios