
El dinamismo en los entornos laborales II
Sorprende encontrar chicos y chicas que se enfrentan a la decisión de elegir qué es lo que van a hacer después de terminar el bachillerato y que, a pesar de la cantidad ingente de información que circula, no pasan de la inmediatez de si quiero estudiar o trabajar. En algunos casos, más de los deseables, en determinar qué hacer cuando no se quiere ni una cosa ni la otra. Si se decide estudiar, un elevado porcentaje, lo hace sin pensar en la profesión a la que terminados los estudios van a dedicarse. Es como si no hubiera relación entre una cosa y la otra.
No parece que hayamos evolucionado mucho en la manera de enfocar lo que se quiere hacer en la vida. Hace unas décadas, la elección de carrera conllevaba la práctica del ejercicio laboral sin hacer mayor esfuerzo que aprobar los exámenes. Estudiaba menos gente que ahora, la competencia era mucho menor y la actividad laboral menos compleja. Si una persona estudiaba Medicina era más que probable que terminara atendiendo pacientes, si estudiaba una Ingeniera haciendo puentes o diseñando algún tipo de artefacto y si la opción era Derecho preparando oposiciones o montando un bufete, por mencionar tres carreras clásicas.
Ahora, cualquiera de esas tres personas tiene abiertas muchas más posibilidades sólo por ser graduado y aún antes de terminar los estudios, si sus posibilidades económicas o su capacidad de buscarse la vida lo han permitido, habrá podido hacer una estancia en algún país extranjero, viajado a más países antes de los 25 que sus padres a los 50 y haber tenido experiencias impensables para sus abuelos. También se van a encontrar con que a pesar de todas esas teóricas oportunidades su perspectiva laboral es incierta.
Otros, viendo el panorama de la dificultad de encontrar trabajos de calidad a pesar de grados y másteres optan por dejar la formación a un lado y trabajar “de lo que salga” ya que, si miran a su alrededor, no ven más que titulados en precario y consideran que no les merece la pena el esfuerzo.
Así que lo que nos encontramos muy a menudo, y siempre hay excepciones, es que o quiero trabajar “de lo mío” o quiero trabajar “de lo que salga”. Así, tal cual, sin concretar. Y cuando preguntas qué habilidades, aptitudes o cocimientos añaden a lo suyo parece que pocos o ninguno. Resulta, y repito que eso no se da en todos los casos, que en la era de la tecnología, de la rápida obsolescencia de los puestos de trabajo y del dinamismo de los entornos laborales, las personas que se incorporan al trabajo siguen buscando empleo como hace 20 años y casi con las mismas expectativas.
Los hay que porque han caído en una familia o en una institución educativa más advertida de los cambios van haciendo un diseño de carrera temprano y configurando su currículo con vistas a tener más oportunidades laborales o trabajos de mejor calidad. A juzgar por lo que vemos todos los días, no son muchos.
Parece, por lo tanto, que a pesar de que a los expertos se les llene la boca y la tecla de términos novedosos, generalmente en inglés, y de que si uno no tiene marca personal y coach de cabecera es un pobre desgraciado, la realidad es que tanto dinamismo nos está cogiendo a la mayoría con el paso cambiado y que cada vez se constata más la brecha entre un mundo de novedades y vanguardias laborales y tecnológicas y la realidad del día a día de la mayoría de todos nosotros.
Foto: Geralt. https://pixabay.com/es/inteligencia-artificial-robot-ai-ki-2167835/