
El dinamismo en los entornos laborales I.
A nadie se le escapa, por poco observador que sea, que vivimos en un medio que se encuentra en continuo cambio. Aunque siempre hay a quien no se lo parece, ese cambio es deseable. Si no fuera así, aún viviríamos en las cavernas o no existiría la rueda, algo que facilitó notablemente la vida y el trabajo. La diferencia entre unas épocas y otras es que esas modificaciones se produzcan lentamente o que las alteraciones en el medio sean tan rápidas que apenas acabamos de reaccionar a una y ya tengamos encima la siguiente.
Periódicamente, hallazgos, descubrimientos o eventos extraordinarios propician que se produzca una especie de aceleración que altera de forma significativa el entorno. Nuestra época está marcada por el desarrollo de la tecnología. La visión más simple de la influencia tecnológica es que primero las máquinas empezaron a ser una ayuda para los seres humanos para después terminar sustituyéndolos.
Lo que no podemos olvidar es que esa sustitución no fue un mero cambio humano/máquina, sino que los trabajos fueron adaptándose a las modificaciones del entorno. Cambiar la máquina de escribir por un ordenador no supone que hagamos exactamente lo mismo, aunque estemos utilizando un procesador de textos. Mientras la máquina se limitaba a producir palabras que estaban en la cabeza del que tecleaba, o en otro texto en el caso de una copia, el ordenador realiza funciones adicionales como corregir, sugerir opciones de escritura, dar formato a los textos o hacer copias infinitas de lo escrito.
Si el ejemplo lo llevamos a la industria vemos como la tecnología permite realizar tareas que de hacerlas de una manera artesanal serían mucho más costosas y más lentas, pero es que, además, da la posibilidad de hacer cosas que serían impensables de otra manera.
Es cierto que esto obliga a hacer adaptaciones en los diferentes ámbitos en los que se desarrolla el trabajo. Los puestos cambian, la forma de trabajar también y, por supuesto, las aptitudes y competencias requeridas para desempañarlos también. La resistencia al cambio lleva a temer que si desaparecen los trabajos, tal como ahora los conocemos, también desaparecerá la posibilidad de trabajar ya que la tecnología sustituirá a la mano de obra.
Si los puestos de trabajo se transforman no será solo para desaparecer, también habrá puestos que cambien y existirá la necesidad de crear otros puestos nuevos. Lo que sucederá, y ya está sucediendo, es que se requerirán profesionales que den respuesta a las nuevas demandas y que lo que nos encontramos es que los cambios sociales y los avances tecnológicos no van a la par que la formación de estos profesionales.
Ni la formación, ni las expectativas, ni las actitudes de quienes están o se incorporan al mercado de trabajo están sincronizadas con los cambios que se están produciendo en los entornos laborales. Y si es cierto que existe miedo a que haya puestos de trabajo que cambien o desaparezcan, también lo es que, en muchos casos, tanto empresas como trabajadores, parecen no sentirse concernidos por esos cambios y plantean su actividad como si el entorno fuera mucho más estable de lo que es.
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