
La inmediatez
Uno de los aprendizajes básicos que forman parte de la educación de los niños es el aplazamiento de las recompensas. A los niños se les enseña a esperar, a que tal cosa no puede suceder ahora o a que el premio, el regalo, o tener aquello que desean, no se va a obtener en el momento. La satisfacción queda aplazada hasta que el niño hace las cosas de una determinada manera o a una fecha, como puede ser el cumpleaños, la Navidad o las vacaciones.
Cuando de pequeños no aprendemos a esperar porque lo que se quiere se obtiene inmediatamente, de mayores, es muy probable que queramos que las cosas sucedan de la misma manera y cuando esto no es así nos frustramos. Que nos frustremos no es ni bueno ni malo, es un hecho que se produce cuando nuestras expectativas no se cumplen.
La mayoría de las personas han aprendido a lo largo de su infancia y su adolescencia que no todo se puede conseguir, que algunas cosas se acaban consiguiendo a largo plazo y que otras, para conseguirlas, no basta con desearlas sino que hay que trabajar duro para obtenerlas. En resumen, que la satisfacción no suele ser inmediata sino aplazada.
Todo ello hace vayamos aprendiendo a manejar la frustración, a buscar recursos para afrontar la decepción y la espera. Cuando esto no es así, nuestra tolerancia a la frustración es muy baja y cualquier contrariedad, cualquier contratiempo, hace que reaccionemos de una manera poco adaptativa y que podamos hundirnos ante lo que consideramos una derrota o buscar algún tipo de mecanismo compensatorio que nos permita obtener esa satisfacción inmediata que el día a día no nos permite.
La búsqueda de la inmediatez, el deseo de la satisfacción rápida de las necesidades, se acentúa ahora por la velocidad que la tecnología impone a nuestras vidas. Ya casi nadie espera con anhelo una carta, que puede tardar días en ser recibida o respondida, porque el envío y recepción de un correo electrónico es extraordinariamente rápido y mucho más si lo que utilizamos es la llamada mensajería instantánea. Muchas frustraciones se originan ante la falta de respuesta de un WhatsApp que, en vez de producirse en el segundo siguiente, ha tardado varios minutos, mientras el que espera respuesta ve como la otra persona está en línea.
Un gran porcentaje de personas están continuamente pendientes de las redes sociales, de las respuestas en forma de comentarios, recomendaciones o likes, porque dicen los entendidos que los contenidos que se comparten en las redes, especialmente en Twitter, tienen una vida extraordinariamente breve lo que hace que muchos compartan lo que comen, lo que beben y lo que hacen cada minuto en ese afán de recibir la recompensa inmediata y continua que supone la reacción de sus contactos.
Los artículos en las revistas de divulgación, las entradas (como esta) en los blogs, las comunicaciones en general, se han convertido, en muchos ámbitos, en píldoras o en tips, es decir, en algo rápido, corto, que no haga que el lector o el espectador tenga que mantener mucho tiempo la atención y se canse, que la satisfacción en términos de conocimiento sea lo más inmediata posible para poder pasar, rápidamente a otra cosa, a otro estímulo, a otra satisfacción.
La inmediatez forma parte de nuestras vidas. El problema, es que mientras buscamos continuamente la satisfacción rápida, nos olvidamos de pararnos a pensar para qué corremos tanto, para que nos sirve ese acumulo continuo de experiencias, cuando no somos capaces de tomarnos el tiempo de saborearlas y disfrutarlas.
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