Quizás es que llevo demasiado tiempo viviendo fuera; tal vez es que nunca lo he conocido realmente; pero lo cierto es que en las últimas semanas me he preguntado varias veces si mi país todavía se corresponde con aquel al que yo, sin perder mi espíritu crítico, tanto anhelo volver.
Con el país en su situación actual, no puedo comprender eternas discusiones como la que tuvo lugar a principios de año sobre el paradójico intento de celebrar de modo laico las cabalgatas de Reyes (algo que mi profe de Literatura calificaría de perfecto oxímoron). Aunque todavía no he comprendido por qué nuestro alcalde Noriega no asiste a la Ofrenda al Apóstol o “exilia” al Belén del Obradoiro pero sí festeja la llegada de los tres magos que llegan a adorar a Jesús recién nacido, me parece absurdo perder tanto tiempo y esfuerzo en discusiones estériles mientras nuestro país y nuestros ayuntamientos continúan sin resolver sus verdaderos problemas.
De los resultados electorales del 20D no sé si me sorprenden más los cinco millones de españoles que votan al (¿ex?)comunista bolivariano Pablo Iglesias (a quien le ha faltado tiempo para actuar de modo diferente a lo prometido en campaña, precisamente aquello que él tanto ha criticado) o que el PP haya ganado una vez más holgadamente en la Comunidad Valenciana.
Desde Alemania, donde vivo en primera persona el éxito de una Große Koalition (que cuando menos nos da una lección de unidad y cómo tirar juntos del carro común) me pregunto quién terminará gobernando en España ante el panorama actual, todavía con el esperpento catalán fresco en la memoria y la investidura de un President que no iba en ninguna lista tras la dimisión de Artur Mas.
Finalmente, y como docente, me pregunto los métodos que usará nuestro profesorado para motivar a su alumnado cuando los mejores expedientes tienen que abandonar el país mientras sinvergüenzas como el Pequeño Nicolás ganan 3.000 euros semanales en un reality televisivo.
Mientras en España todavía tenemos una tasa de paro del 21%, los inmigrantes siguen muriendo en nuestras costas, los jóvenes continúan haciendo sus maletas para emigrar y algunos corruptos se las arreglan para eludir impunemente la justicia, se sigue divagando sobre la presencia de un bebé en el Congreso o las rastas de un diputado.
Yo, que pienso que al buen gobernante no lo hacen ni las corbatas ni las boinas, sigo creyendo más en el trabajo conjunto y en aquellas personas con voluntad de mejorar nuestra sociedad, independientemente de que se peinen con gomina, laca o cola de caballo. Si alguien quiere y me puede explicar todo este percal, yo, con toda mi buena voluntad, soy todo oídos…
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