El día que la política se convirtió en un gran torneo de tenis

El día que la política se convirtió en un gran torneo de tenis

Pintadas en la facultad de Filología

Recuerdo que, con once años, no entendía por qué en historia siempre había un apartado de política. También recuerdo que, cuando por fin entendí la importancia de este apartado, empecé a no entender otras cosas relacionadas con él. Ya lo decía Albert Espinosa, “cuando crees conocer todas las respuestas, llega el universo y te cambia todas las preguntas”.

No entendía en qué consistía exactamente, ni para qué servía. No entendía por qué todo el mundo hablaba sobre ello, ni por qué esas conversaciones acababan siempre en disputa. Un alboroto que aún fue mayor cuando me hablaron por primera vez de partidos, de colores, de izquierdas y derechas. Entonces, entendí menos.

Unos años después aprendí que la política consistía en organizar. Que servía para tomar decisiones, para cumplir objetivos, para llegar a acuerdos y facilitarle la vida a la gente.

Hoy no sé si soy yo que he vuelto a ser niña y ya no entiendo nada, si son los políticos y políticas que han olvidado cuál es su papel o si somos todos los que estamos algo perdidos.

Desde hace ya un tiempo vivimos en la política de las indecisiones. Donde hay más desacuerdos que acuerdos y donde ya nada es fácil para la gente, ni siquiera entender el país en el que vive.

En menos de una semana hemos visto: al PSOE presentar una moción de censura en Castilla y León, a Isabel Ayuso adelantar las elecciones en Madrid y a Pablo Iglesias renunciar a su cargo para presentarse como candidato a estas mismas elecciones. Y, aunque todo esto parezca algo “loco” o “precipitado”, no es este el problema.

El problema es que la política se ha convertido en un gran torneo de tenis que tiene por escenario el parlamento o, peor aún, Twitter. Como pelota la provocación y como jugadores los partidos. Todos y sin excepción. Y detrás de todo esto, nosotros. La política es un mero reflejo de la sociedad, aunque nos neguemos a reconocerlo.

Nosotros somos la afición, que aplaude los reveses de su jugador y critica en voz alta los del rival. Igual de inflexibles, de egoístas, de duros con el que no opina lo mismo.

Y lo peor de todo es que esto no cambiará. No hasta que todos lo hagamos. Hasta que dos personas con ideas contrarias puedan sentarse en una mesa a hablar sin acabar a gritos. Hasta que escuchemos para entender y no para rebatir. Y hasta que entendamos que si la meta es la misma, tal vez los caminos no sean tan incompatibles.

Si la frase más repetida es “a mí no me gusta ningún partido”, tal vez sea porque ahora mismo todos nos sentimos pequeños y ninguno entendemos para que sirve todo esto.

Pero, ¿y si volvemos al principio?, ¿y si volvemos a ser niños y niñas de once años que descubren la importancia de la buena política?

Dicen que nunca es tarde…

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Un comentario sobre “El día que la política se convirtió en un gran torneo de tenis

  1. Que bueno sería que , los que han decidido libremente dedicarse a eso, supieran el verdadero significado de lo que hacen y dejarán de dar espectáculos como los de estos días.Gran artículo.

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